Mientras así meditaba, me pareció que la forma de una de esas mismas hadas en las cuales había estado pensando se encaminaba lentamente hacia la oscuridad, desde la luz de la parte oriental de la isla.
Allí estaba, erguida en una canoa singularmente frágil, impusándola con el simple fantasma de un remo.
Mientras estuvo bajo la influencia del sol tardío, su actitud parecía indicar alegría, pero al pasar al dominio de la sombra le acometió la pena.
Lentamente se deslizó por ella y, al fin, rodeando la isla, volvió a la región de la luz. (...)
Y de nuevo aparecieron el bote y el hada; pero en la actitud de ésta había más preocupación e incertidumbre, menos dinámica alegría. Navegó de nuevo desde la luz hacia la tiniebla (que se ahondaba por momentos) y de nuevo se desprendió su sombra y cayó en el agua de ébano, que la absorbió en su negrura.
Y una y otra vez repitió el circuito de la isla ( mientras el sol se precipitaba hacia su lecho), y cada vez que surgía en la luz había más pesar en su figura, cada vez más débil, más abatida, más indistinta; y a cada paso hacia la tiniebla desprendíase de ella una sombra más oscura, que se hundía en una sombra más negra. Pero, al fin, cuando el sol hubo desaparecido totalmente, el hada, ahora un simple espectro de si misma, se dirigió desconsolada con su bote a la región de la corriente de ébano y, si salió de allí, no puedo decirlo, pues la oscuridad cayó sobre todas las cosas y nunca más comtemplé su mágica figura.
Edgar Allan Poe. La isla del hada.
Me alegro de que hayas actualizado tu blog,me he sumergido en este mundo mágico y ha sido un verdadero placer leer estos maravillosos relatos
ResponderEliminarCreo en las hadas...
Un beso de hada para tí