¿Que mortal podía mirar los salvajes ojos de una ninfa acuática y salir indemne?
En Grecia vivió uno que pudo hacerlo: Hylas, un aventurero y viajero que navegó por el azul mar Egeo.
En Grecia vivió uno que pudo hacerlo: Hylas, un aventurero y viajero que navegó por el azul mar Egeo.
Un día atracó en la isla de Chíos y, dejando a sus compañeros, fue en busca de agua potable.
Al adentrarse en el bosque tropezó con un manantial donde las ninfas jugueteaban entre juncos y nenúfares.
Al ver al hermoso joven, las criaturas le hicieron señas. Él se acercó y se arrodilló junto a la orilla para llenar su jarra. Una de las doncellas clavó en él una mirada tan ardiente que Hylas se detuvo, incapaz de moverse o desviar los ojos, y al momento sintió en el brazo unas manos suaves pero fuertes y terriblemente frías. Antes de que pudiera hablar o pedir ayuda, se vio arrastrado desde la orilla hasta las profundidades repletas de algas del manantial.
Jamás se volvió a ver a Hylas, sus compañeros registraron la isla durante días, gritando su nombre en todos los bosquecillos y grutas. Finalmente, llegaron al manantial, y allí recibieron respuesta. Como desde una gran distancia, Hylas les llamó, intentando llegar hasta ellos desde un mundo acuático del que jamas escaparía.
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